
Mamá:
Te escribo esta carta porque quiero confesarte algo; te he fallado. Se me ha acabado el coraje y la perseverancia mamá y es por esto que tiembla el bolígrafo en mi mano. No sé como decirte ésto mamá. Siento que mi corazón es impregnado del aroma de mil jazmines pero a la vez, siento que mi piel se degrada con el calor de las brazas. Tengo miedo mamá. Suda mi frente y mi cerebro está a punto de estallar.
Y pienso en esa tarde juntas mamá. En esa tarde que acariciabas mis mejillas con maternal dulzura y te dedicaba con amor la letra de mi soneto preferido.
¡Que no alcanza el clamor de mis anhelos
ni todas la belleza de mis cielos
para ensalzar aquí a la madre mía!
ni todas la belleza de mis cielos
para ensalzar aquí a la madre mía!
Pero la desesperación me carcome la cabeza y recurro al llanto. Y aunque me dijiste muchas veces que las lágrimas no se desperdician porque están contadas, no puedo evitarlo.
Es por eso que he decidido alejarme de esta tristeza, de este martirio. Y no me pidas que vuelva mamá. No. Porque así lo has querido en cierto modo. Así has querido que terminen las cosas mamá. Y no quiero hacerte daño. Y no quiero preocuparte. Y no quiero que vengas conmigo.
Porque me he hecho responsable al menos y llevaré conmigo ésto. Ésto que ahora me pertenece A MI y sólo A MI mamá, y de nadie más.
Quiero que sepas que siempre has sido, sos y serás una parte importante de mi. Jamás lo dudes.
Me despido cordialmente de la hija que has criado, pues ya no soy más aquella.
Dejo todo atrás y comienzo de nuevo.
Saluda atte.
Tu Hija
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