
Las llevaba siempre consigo pero nunca comprendimos por qué. Habrá sido demasiado importante para ella ya que jamás se separó de aquella lata oxidada. Con sus dedos helados sujetaba con fuerza para mantener junto a su pecho al único recuerdo que le quedaba. Deseaba conservar con fervor enardecido el instante del encuentro entre su boca y la agena. ¿En una lata lo llevas abuela? Le preguntaba su nieto. Pero ella sabía bien que un recuerdo no era algo material, que podía perderse con el tiempo, y es por eso que lo encerró en una lata, para no olvidarlo jamás.
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